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Profesionales Atrapados entre lo 'Techy' y lo Justo (1)

  • Foto del escritor: AAmstg
    AAmstg
  • 1 ene 2025
  • 9 Min. de lectura

Actualizado: 18 feb

Reflexiones sobre las Culturas Legales, el Futuro del Derecho y la Profesión Legal en un Mundo Globalizado


Primera Parte: acertar con el perfil profesional que mejor cubrirá la demanda del futuro.


Para el tipo medio del profesional del Derecho con algunas décadas a sus espaldas, la lectura del libro de Luca Moratal Romeu,El Ocaso de la Abogacía” (Unión Editorial, 2024) puede parecer algo desasosegante, empezando por el mismo título escogido, premonotorio de un drama. Emerge inevitablemente una reflexión acerca de la transformación de la profesión jurídica frente a los desafíos de la modernidad, la globalización y la automatización. Desde mi perspectiva, el libro subraya cuestiones que resuenan en la práctica cotidiana, que en pocas palabras podría describirse como el alejamiento progresivo de los paradigmas tradicionales de la abogacía hacia un modelo más interconectado, eficiente y, en ocasiones, despersonalizado. Esa es la tesis. ¿Equivocada?


En general, hay que aceptar que la evolución de la abogacía no puede detenerse, y que la resistencia al cambio es tanto inútil como perjudicial. En lugar de lamentar el "ocaso" de un modelo romántico de abogado como figura central del sistema jurídico, vería esta transición como una oportunidad para redefinir y refinar nuestra función como facilitadores del entendimiento y guardianes de la justicia en contextos transnacionales y multiculturales.


El libro que por su longitud 94 pgs, en la edición de Unión Editorial, 2024, no puede pasar sino de la categoría de opúsculo* parece ser una invitación a replantear el papel del abogado como algo más que un técnico del derecho, instando a adoptar una visión más estratégica, adaptativa y con un compromiso ético renovado. Una ocasión para aprovechar su lectura es la de considerar la experiencia en herramientas de ADR que encarnaría esta evolución de la función del profesional en la necesidad de comprender no solo las leyes, sino también las dinámicas económicas, políticas y culturales que subyacen en los conflictos. Este enfoque holístico, si bien más complejo, también ofrece y exige una realización profesional más profunda y significativa que la que habitualmente se ofrece desde la formación superior al uso.


 * Opúsculo que no debe de tenerse como un demérito pues, queriendo ser riguroso, si las cosas se pueden explicar más que bien y decentemente con menos palabras, mejor para su difusión, para quien lo lea y para quien reflexione sobre lo leído. 

Habrá quien considere que la lectura le impulsaría a preguntarse cómo contribuir activamente al "renacimiento" de la abogacía en lugar de quedarse uno anclado en su ocaso. Alguien con un espíritu templado y liberal confiará en la capacidad del individuo y de la comunidad profesional para innovar y adaptarse, siempre que se preserve el núcleo ético de la profesión: servir a la justicia y al cliente con integridad. Ética, Justicia e Integridad no presuponen ni conocimiento exhaustivo, ni erudición, ni siquiera mérito intelectual; más bien presuponen carácter, rigor y templanza.


En resumen, El ocaso de la abogacía no me ha lleva al pesimismo, sino a una introspección crítica sobre cómo la profesión debe evolucionar en un mundo globalizado. Reforzaría un compromiso por ser un actor activo en esta transformación, abrazando la complejidad con determinación y buscando siempre el equilibrio entre tradición e innovación. Es una perspectiva. Veamos ahora algún desgranado de esta perspectiva.


Este artículo se compone de tres partes: la primera, sobre la formación de idoneidad para el profesional que se embarca en la prestación de servicios legales; la segunda, sobre la dicotomía entre un abogado de litigios y un abogado de negocios; la tercera, sobre el asunto de particular preocupación del autor del libro leído: el abogado que responde al perfil de técnico en legislación, antes que al propio de jurista. Va a haber zonas grises que quedarán sin tratar o en tratarse de manera tangencial o insuficiente. Huecos mas que justificados para aprender de lo que otros quieran decir al respecto en comentarios o en otros posts que me lleguen.

primero

¿Debería el profesional del derecho formarse en disciplinas comunmente alejadas de la práctica del derecho: en general, historia, filosofía o ciencias sociales como economía o finanzas; en particular, ingeniería, o formación STEM que recae en las ciencias ‘duras’?


Sí, un abogado que aspire a ser relevante y eficaz en el mundo globalizado de hoy debería formarse en disciplinas alejadas de la práctica tradicional del derecho, tanto en áreas de humanidades como en ciencias sociales y STEM (ciencias, tecnología, ingeniería y matemáticas). Esta ampliación del horizonte formativo no solo es recomendable, sino que se está convirtiendo en una necesidad para abordar los desafíos multidimensionales que enfrenta la profesión jurídica.


¿Qué razones podrían manejarse para integrar disciplinas complementarias?


  1. Con las Humanidades y Ciencias Sociales, para comprender el contexto y anticipar problemas.

- Las disciplinas de Historia y Filosofía ayudan al abogado a situar las instituciones jurídicas en un contexto temporal y conceptual más amplio. Comprender las raíces y transformaciones de las leyes y principios permite prever tendencias y aportar profundidad ética en la toma de decisiones.

- Las disciplinas de Economía y Finanzas en un mundo donde la interrelación entre derecho y economía es fundamental, un conocimiento sólido de los sistemas económicos y financieros otorga ventaja al asesorar clientes internacionales, negociar contratos complejos, o mediar en conflictos con implicaciones económicas.


  1. Con los perfiles STEM, se pueden abordar los retos de la tecnología y la estandarización de soluciones.

- La Ingeniería y las Ciencias de Datos se implican en la revolución digital, la inteligencia artificial y la tecnología blockchain; están transformando áreas como la resolución de controversias, la redacción de contratos (smart contracts) y la protección de datos. Un abogado con conocimientos básicos en estas áreas puede dialogar con ingenieros y programadores, evaluar riesgos tecnológicos, y diseñar soluciones jurídicas más eficientes.

- Las Ciencias Duras (Matemáticas, Física) aunque parecen distantes del derecho, fomentan el pensamiento lógico y estructurado, útil para el análisis jurídico y la construcción de argumentos. Hace poco me encontré conversando sobre el esquema argumental de la instrucción ‘if, then’ como paradigma de la secuenciación de condicionales para una segmentación de razones y argumentos pro y contra. Precisamente por lo anterior, surge una derivada:


¿Qué aplicaciones prácticas tienen el uso de estos bagages y formación, no que sean complementarios, sino sustentantes del valor que aportan?


Se me ocurren algunas aplicaciones:


1. En la Resolución Alternativa de Controversias (ADR): Comprender las dinámicas económicas y culturales del conflicto mejora las habilidades de mediación y arbitraje. En casos técnicos (e.g., disputas en proyectos de ingeniería), un conocimiento STEM puede ser crucial.

2. En Compliance y Ciberseguridad: La regulación de tecnologías emergentes exige conocimientos híbridos que integren derecho y tecnología. En este particular campo, resulta chocante tener que escuchar a grandes profesionales que han quedado desbordados y que de vez en cuando se empeñan en hacer notar su carencia de conocimiento de calidad sobre estos aspectos.

3. En la puesta de marcha de Contratos Complejos: En sectores como la energía o las telecomunicaciones, un abogado con comprensión técnica puede negociar mejor las cláusulas y prever riesgos específicos. Lo que de siempre se consideró el campo propio para dar sentido a la especialización profesional.

4. En Derecho Internacional: Donde las políticas regulatorias globales requieren una visión interdisciplinar para abordar aspectos como los derechos digitales o el comercio transfronterizo.


El abogado del futuro aparece así como un puente entre disciplinas. Un abogado formado en humanidades, ciencias sociales y STEM no sólo adquiere competencias técnicas, sino que también se convierte en un profesional integral, capaz de empatizar, razonar y resolver problemas con una mirada amplia y adaptativa.


Este enfoque no implica abandonar las bases jurídicas, sino enriquecerlas. La formación multidisciplinar refuerza la capacidad del abogado para actuar tambien como un puente entre actores diversos, ayudando a que el derecho no sea una disciplina aislada, sino un elemento integrador en un mundo cada vez más interconectado y tecnificado. Pero antes de dar por concluído este primer apartado, viene a tener importancia describir el lugar que ocuparía un abogado dedicado a la práctica forense, un convencional 'abogado en ejercicio' que no incorporase esta otra integración de conocimientos, especialización o competencias y habilidades


¿En qué papel se quedaria un abogado que se ciñera exclusivamente a la litigación en su sentido más ámplio, pero también más convencional, aunque se emparejase con el ejercicio del arbitraje?


Verdaderamente, un abogado que se centre exclusivamente en la litigación convencional y el arbitraje -estoy simplificando- podría mantenerse en un reconocimiento relevante y exitoso, evidentemente (y muchos lo son y están bien posiconados en su particular nicho de actividad y clientela), pero su rol estaría limitado en comparación con aquellos que abrazan una formación interdisciplinar. Sin embargo, esta limitación no significa necesariamente irrelevancia. Más bien, este abogado tendría que redefinir su papel con una estrategia clara y consciente de sus fortalezas y limitaciones. Veamos algunas derivadas de esto último de las fortalezas y los desafíos.


1. La fortaleza de la especialización:

El abogado que se concentra en litigación y arbitraje puede desempeñar un rol esencial como especialista técnico en el marco del sistema jurídico tradicional y en entornos de ADR (Resolución Alternativa de Controversias). Este perfil sigue siendo demandado por:  (i) la complejidad técnica de muchos procesos judiciales y arbitrales; (ii) la necesidad de disponer de abogados con gran conocimiento de las normas procesales y capacidad para argumentar casos en profundidad; y, (iii) la confianza de los clientes en abogados que dominen estrategias de litigación o arbitraje en su jurisdicción o ámbito especializado.


Este enfoque puede ser valioso en sectores que demandan altos niveles de expertise procesal, como litigios comerciales, internacionales, o en sectores específicos como construcción, energía o seguros.


2. Los desafíos en un entorno cambiante:

Sin embargo, limitarse a este ámbito tradicional tiene riesgos significativos:  el primero más fácil de identificar es (i) el Desplazamiento por la tecnología: El auge de las herramientas digitales, como plataformas de gestión de litigios y arbitrajes, está simplificando muchos aspectos del proceso legal, reduciendo la necesidad de intervención humana en tareas repetitivas y documentales; (ii) la Interdisciplinariedad creciente: Los conflictos modernos suelen incluir elementos técnicos o económicos (e.g., disputas sobre propiedad intelectual, blockchain o compliance ambiental). Un abogado que no entienda estos elementos puede quedar en desventaja frente a especialistas híbridos.  Y, (iii) un Cambio en las expectativas de los clientes: Las empresas buscan cada vez más asesores capaces de ofrecer no solo representación legal, sino también una visión estratégica que abarque múltiples áreas.


3. ¿Cabe considerar una necesaria adaptación dentro del litigio y el arbitraje?

Ciertamente, el abogado que desee mantenerse exclusivamente en la litigación y el arbitraje podría maximizar su impacto al adaptarse de las siguientes formas: (i) adquiriendo una especialización técnica avanzada, convirtiéndose en un referente en áreas como arbitraje de inversión, disputas internacionales o litigios sectoriales específicos. Camino por el que ya circulan muchos profesionales de calidad habiendo abandonado la persecución de un perfil profesional de amplio espectro (el abogado generalista). (ii) Abordando un fortalecimiento en ADR, ampliando sus competencias en mediación y negociación para ofrecer alternativas complementarias al arbitraje formal. (iii) Aceptando una integración de habilidades tecnológicas, de forma que el profesional del derecho, aunque no se involucre directamente en un perfil STEM, debe familiarizarse con herramientas de inteligencia artificial, análisis de datos y plataformas digitales que optimicen el litigio y el arbitraje. En este punto, de hecho, lo más habitual y exitoso, es que ocurra dicha integración en un sentido inverso: perfiles STEM que abordan especializaciones de alta calidad en adquirir herramientas y bagaje legal y asistencial en derecho y en las técnicas procedimentales pertinentes. Aquí, indudablemente, se levantan barreras que -por su misma calificación de 'corporativas', resultarían obsoletas de facto aun cuando no lo sean todavia de iure, si se escucha con más atención a los clientes y no tanto a los prescriptores del mercado. La última expresión del aggiornamento al que se somete el abogado es el de (iv) la Colaboración interdisciplinar: Trabajar en equipo con expertos en economía, tecnología o finanzas para abordar casos que exijan conocimientos especializados. En este tipo de alianzas y compromisos es donde, más que seguramente, la misma mecánica de prestación organizada de servicios dará sus mejores frutos. Y, quizás también, donde aquellos equipos que primero avancen en un esquema sólido y sensato, cambien las reglas de juego y aproximen a su modelo de negocio un exito deseable y deseado. Los retos son importantes, empezando por la depuración de la organización empresarial que acoja sin sobresaltos regulatorios estas estructuras; de nuevo, las barreras corporativas.


4. Aventuro, ahora, una posible redefinición del rol del abogado de litigios:

El abogado tradicional de litigación y arbitraje podría asumir un papel de guardian del rigor jurídico y procesal, actuando como un contrapeso esencial en un entorno cada vez más interdisciplinario. Este tipo de abogado: (i) ofrecería estabilidad y seguridad jurídica en un mundo donde las innovaciones legales pueden parecer volátiles o ambiguas. Pero también (ii) representaría una figura de confianza para los clientes que buscan soluciones sólidas dentro del marco procesal establecido.


¿Alguna conclusión llegados a este punto?

El abogado que se ciña exclusivamente a la litigación y el arbitraje aún puede tener un papel significativo en el futuro, pero deberá aceptar que su ámbito será más limitado y dependerá de su capacidad para profundizar en áreas específicas y colaborar con profesionales multidisciplinares. El mayor obstáculo: su natural temperamento individualista.


Este enfoque especializado puede ser una fortaleza si se ejecuta con excelencia, pero tendrá que ser complementado con adaptaciones estratégicas para mantenerse competitivo en un entorno jurídico en radical transformación que no debe de abordarse como si fuera un conflicto generacional (aunque en parte también lo sea), sino fundamentalmente de amplitud de miras y de aceptación de insuficiencias en la escala en la que el abogado del futuro tendrá que competir.


 

En el siguiente post veré de dar mi opinión sobre qué prioridad deba recibir un Abogado de Litigios frente a un Abogado de Negocios, y viceversa, cuando los contextos en que se desenvuelven uno y otro, las necesidades del cliente en cada caso y los retos jurídicos que enfrentan difieren bastante a menudo.

 
 
Lawyers for the future.
Perfil para la Prestación de Servicios Legales: Suficiencia vs Idoneidad

Yorumlar


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