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Profesionales Atrapados entre lo 'Techy' y lo Justo (2)

  • Foto del escritor: AAmstg
    AAmstg
  • 24 ene
  • 16 Min. de lectura

Actualizado: 18 feb

Reflexiones sobre las Culturas Legales, el Futuro del Derecho y la Práctica Profesional en un Mundo Globalizado


Segunda Parte: hacer coincidir los perfiles de los profesionales con las expectativas de la demanda: Litigios vs Negocios.


La dicotomía más habitual en la profesión legal es aquella en la que se distinguen dos grandes áreas de práctica: la relacionada sino en exclusiva, sí preferentemente, con las actividad de juicios y tribunales, y la relacionada con la prestación de servicios fuera del ámbito estríctamente procesal. A los primeros se les etiqueta bajo la expresión de Abogados de Litigios, a los segundos con la de Abogados de Negocios. Este segundo perfil es de más reciente implantación, especialmente cuando se trata de profesionales que excluyen de sus cometidos el ejercicio togado de su profesión en cualquier forma. Yo estoy con este tipo de profesionales.


Se suele tener por cualidad propia del abogado el desempeñarse ante Tribunales y se considera timbre de prestigio propio el poder así hacerlo. Suele tenerse por impropio el dedicarse sólo a los negocios o, en general a todo tipo de prestación de servicios legales que expresamente excluyan la actividad ante tribunales y juzgados. Posiblemente, esta opinión sobre una peor condición acerca del abogado dedicado exclusivamente a los negocios esté cambiando; seguramente, ya haya cambiado desde que las perspectivas proactivas hayan ganado peso específico ante las perspectivas reactivas relacionadas con los conflictos, su administración y, sobre todo, con todo lo relacionado con la prevención de los mismos. Litigar está dejando de estar de moda.


Avanzando un poco más, del Abogado de Litigios habria que decir que tiene el Foco puesto en la resolución de conflictos, la defensa y protección de los intereses del cliente en casos contenciosos (judiciales o arbitrales). Que su Mentalidad es reactiva y orientada al riesgo. Que busca prevenir y mitigar posibles problemas legales futuros mediante estrategias conservadoras. Y que su Énfasis contractual consiste en valorar los contratos como instrumentos de protección y mecanismos para imponer consecuencias claras en caso de incumplimiento. En suma, es más conservador y está orientado a la contención cuando no eliminación del riesgo.


A su vez, el moderno Abogado de Negocios (ya dije que la categorización actual es más reciente) tiene el Foco principal en acompañar a las empresas en la negociación, estructuración y formalización de relaciones comerciales, equilibrando las necesidades legales con los objetivos de negocio. Su Mentalidad es proactiva y estratégica. Busca identificar oportunidades, estructurar acuerdos favorables y minimizar riesgos sin sacrificar la viabilidad comercial. Y contando con estos rasgos, en su Énfasis contractual considera los contratos no sólo como herramientas de protección, sino como instrumentos de colaboración y generación de valor. Lo que le hace aparecer más transaccional y equilibrado entre lo legal y lo comercial, y responderá de forma más flexible y pragmática ante los riesgos,


En el primer post de esta serie se comentó sobre la formación apropiada para un abogado que se desempeña en un mundo globalizado, interrelacionado y en el que la amalgama de referencias cruzadas derivadas de regulaciones complejamente imbricadas entre distintas industrias arrojan cierta dispersión sobre qué es lo que se deba de hacer, de lo que no. 
 
El problema de ponerle límites a aquello que deba de formar parte del bagaje formativo del abogado es que la hiper especialización empieza a ser una característica de la producción normativa y, por ello, del profesional que se adscribe a según qué areas de actividad económica. Y esta especialización condiciona la acreditación de competencias de los proveedores de servicios legales.

De ello se volverá a tratar en el tercer post. 
segundo

¿Qué prioridad habría de dársele a un profesional del Derecho: un Abogado de Litigios (y, muy frecuentemente, Arbitraje) vs un Abogado dedicado a la Asesoramiento y Negociación de Contratos y Acuerdos de Negocio?


Hasta cierto punto, la pregunta formulada en estos términos resulta algo artificiosa. Toda vez que un profesional del derecho puede desarrollar con cierta elasticidad los servicios que presta y, al menos sobre el papel, el desempeño en asesoramiento, asistencia y representación de intereses de los clientes puede tener lugar tanto dentro como fuera de estrados. Cabría entender que el desempeño profesional ante los tribunales y fuera de ellos sea un tipo de actividad que no resulte del todo indistinguible que aquella de hacerlo entre ‘ejerciente’ frente a ‘no ejerciente’ o entre ‘abogado’ y ‘jurista’. Un elemento de formalidad externa determina la frontera entre un ámbito y otro; respectivamente una combinación entre estrados o no, colegiado o no colegiado, con un elemento en común cuál es la formación jurídica reglada completa.


Aunque las respuestas no pueden ser estancas, pero tampoco son diáfanas para cualquiera el saber diferenciar una situación de otra. Priorizar entre un abogado de litigios y un abogado de negocios depende (i) del contexto, (ii) las necesidades del cliente y (iii) la naturaleza de los retos jurídicos que enfrentan. Ambos perfiles cumplen roles esenciales en el ecosistema legal, pero sus enfoques y prioridades responden a momentos y estrategias distintas: el abogado de litigios se centra en resolver disputas (reparación o defensa), mientras que el asesor en negocios busca prevenir problemas y maximizar oportunidades (planificación y gestión estratégica).


Ambos perfiles tienen un campo de juego común que es el de las conversaciones periféricas y cierto nivel de ‘cabildeo’ fuera de los foros de exposición de parte y de decisiones consensuadas, ya se llamen tribunales o mesa de acuerdos. Hay quienes consideran que el abogado de litigios, primeramente, entiende que la precaución es el primer elemento de defensa, de forma que se desaconsejan los litigios de dudoso éxito; de igual forma hay quienes consideran que para los negocios cierta aceptación de riesgo es un elemento que debe de guiar el compromiso con la dinámica del negocio mismo. Yo creo que la actitud de fondo de unos y de otros es la inversa, pero seguramente en ambos casos estaríamos advirtiendo una distinta percepción de lo que significan ‘precaverse’ y ‘riesgo aceptable’.


No voy a decir que las patologias del negocio desembocan en litigios, porque no resulta así en la mayor parte de tales casos patológicos, ni que los litigios son buscados por quienes hacen de ellos su negocio, porque es una buena manera de no explicar nada en realidad. Quiero creer que un buen abogado de litigios no busca alimentar la litigiosidad, lo mismo que un buen abogados de negocios, no busca la artificiosidad en un acuerdo negocial con tal que se firme un contrato y éste empiece a producir sus efectos. Ambos hechos suelen corresponder al devengo de importantes desembolsos bajo epígrafe de honorarios. Dicho lo cuál, introducir este elemento disonante en cualquiera de sus respectivos dos sentidos podría permitir profundizar en este asunto. La pregunta, entonces, que no pretender recibir respuesta sino reflexión en cada cuál, sería si en la mente del profesional cabe conceder cierto espacio a la tentación de litigar por sólo litigar. O confiar en que buena parte de los sucesos que están por ocurrir, asi que se inicie el procedimiento, empiecen realmente a hacerse visibles e impulsar una decisión consecuente.


Por su parte, la perspectiva acerca de los negocios de un inversor de recursos (nota: toda parte en un acuerdo negocial es un inversor de recursos) consiste en preservar el capital que constituye aquellos recursos que compromete, antes que aceptar un riesgo sin calcular las opciones de no hacerlo. Si bien, la forma habitual de abordar el escenario de hacer negocios no es ésta; más bien es la de percibir que la ecuación de intercambio es beneficiosa ‘per se’, por el intercambio mismo, pero obviando que intercambiar es el resultado del análisis previo sobre la oportunidad que subyace para cada cual en la operación que se gesta, forzándonos a regresar a la pregunta que importa: ¿se preserva o no se preserva el capital que previamente se va a comprometer en el negocio? Y la pregunta puede permear sin desdoro hasta el (sic) negocio mismo de litigar.


Volviendo a la perspectiva del inversor en recursos -visto bajo esa óptica, el dilema de la aceptación o no de celebrar un negocio, la opción de no convenir un acuerdo negocial suele ser más beneficiosa que convenir acerca de un futuro desacuerdo, en la mayoría de las ocasiones. Y, ante la potencialidad de litigios, ¿es esta perspectiva sobre un negocio una distinta de la del litigador funcional? Es decir, similarmente a como se ha instigado al planteárnoslo, ¿cabe conceder cierto espacio a la tentación de cerrar acuerdos por sólo cerrar acuerdos? En ambos contextos, los riesgos por tales costes son superiores a los beneficios y únicamente sería recomendable abordarlos en los propios negocios y litigios, pero no en los del cliente, es decir: ajenos.


Expresados en estos términos, las decisiones que derivan de las opciones de las partes y de sus asesores legales no difieren del resto de las decisiones en torno a cualquier relación de mercado; decisiones que resultan del destilado de elementos en la macla de intereses, medios y fines que todos los concurrentes en esa relación exponen y persiguen. Ni las partes en cada proyecto de negocio o proyecto de litigio; ni los profesionales cualificados legalmente pueden hurtarse de quedan inmersos en ellas. Si bien, se conoce que los profesionales también tienen que pechar con sus propios prejuicios, prioridades y preferencias, y desde cierto compromiso moral, sobreponerse a tales y cohordinarse subordinadamente a los de aquellos a quienes representan y sin cuya legitimidad no tendrían papel que representar en los referidos proyectos de negocio o litigio ajenos.


Parece obligado extraer algunas ideas sobre el contexto para fijar prioridades entre los dos tipos de mercados donde se desarrollan sendos paquetes de servicios: el del litigio y el del negocio. Sucintamente, tendríamos:


  1. Respecto del Abogado dedicado a los Litigios

    De una manera muy sintética, hay que observar que su foco principal de provisión de servicios consiste en la representación de clientes en controversias judiciales o arbitrales, defendiendo derechos o intereses en conflictos que ya han surgido. Al tiempo, el valor añadido de dichos sevicios descansa en (i) proveer de seguridad jurídica en situaciones de incertidumbe o litigio (en un sentido ámplio) y (ii) desempeñar el papel característico del abogado en el foro allí donde no es posible evitar que un conflicto eclosione (p.ej., disputas contractuales, daños, responsabilidad).


    ¿En qué contextos de mercado son relevantes estos servicios? Son altamente relevantes en aquellos marcadamente adversariales o en sectores económicos donde la sobreveniencia de disputas resulten inevitables (p.ej., construcción, seguros, comercio internacional), y son fundamentales en jurisdicciones o entornos donde los mecanismos de ADR no están consolidados o son menos eficientes.


    Los desafíos que se les presenta a los profesionales dedicados a la litigación descansan en la dependencia de situaciones reactivas: su valor se percibe en momentos críticos, pero puede quedar eclipsado si los clientes (i) priorizan estrategias preventivas, o (ii) soluciones extrajudiciales; (iii) la introducción de tecnologías que favorecen una automatización de protocolos y procesos, también conducen a cierto creciente desinterés por los litigios o procedimientos asimilados (p.ej., tecnologías de objetivización de responsabilidades y evaluación de daños y automatización de coberturas de riesgo).


  2. En cuanto al Abogado dedicado a la Contratación y los Negocios,

    Semejantemente al caso anterior, el asesor profesional dedicado a los negocios, tiene por foco principal de su actividad en proveer consejos estratégicos y legales para planificar, estructurar y gestionar operaciones comerciales, minimizando riesgos y maximizando beneficios. Su valor añadido consiste en (i) ayudar a prevenir conflictos mediante una planificación adecuada y (ii) ofrecer soluciones integrales que no solo resuelven problemas jurídicos, sino que también alinean la estrategia legal con los objetivos comerciales.


    En cuanto a su mayor relevancia y significación en el mercado, su perfil puede aceptarse que está altamente demandado en sectores dinámicos y globales, donde las empresas buscan adaptarse rápidamente a marcos regulatorios y oportunidades emergentes (p.ej., startups, fintech, comercio internacional).


    Respecto de los desafíos, los hay de dos grandes tipos, ya sea por la existencia de ciertas fortalezas o, al contrario, la ausencia de determinadas amenazas. Consistirían en (i) la pertinencia de contar con habilidades interdisciplinarias (es decir, más allá de la formación convencional del jurista, particularmente en áreas económicas y tecnológicas, y en (ii) la prevalencia de mercados de servicios que cuentan con escenarios pura o predominantemente litigiosos o de crisis legal, y esto último es un rasgo fuertemente cultural en según qué entornos de mercado como en el caso de aquellos de 'civil law'.



¿Qué factores determinarían la preferencia por un tipo de perfil profesional frente a otro? ¿Hay reglas incontrovertidas sobre dicha preferencia o prioridad?


Pienso que sería posible delimitar tres tipos de factores que ayudan a determinar las preferencias de idoneidad: (i) los relativos al cliente y su contexto inmediato, (ii) los relativos al sector donde se desarrolla el negocio y (iii) los relativos al factor tiempo.


Factores empresariales y estratégicos pueden considerarse sujetos a dos palancas de determinación distintas: (i) el momentum de la empresa y (ii) el nivel del conflicto potencial. Para el primero, si la empresa está en expansión, se dará más que posiblemente prioridad al abogado o asesor en los negocios, quien puede ayudar a estructurar contratos, establecer joint ventures, cumplir regulaciones y gestionar riesgos preventivamente, por delante de un abogado dedicado al litigio. Pero si la empresa enfrenta un potencial conflicto importante, y esa evaluación corresponde a la dirección de la misma, la prioridad quedaría para el abogado de litigios, quien puede defender los intereses de la empresa en procesos judiciales o arbitrales y cuenta con la percepción específica de su sensibilidad respecto de los aspectos procesales.


Si consideramos factores sectoriales, hay que reconocer que hay industrias con alta probabilidad de litigios (p.ej., construcción, energía, tecnología); en este caso ambos perfiles profesionales (litigios y negocios) son igualmente prioritarios, y resultaría de especial interés para la empresa que los profesionales fueran capaces de trabajar en un formato 'tándem'. De semejante singularidad, hay sectores económicos que se encuentran más enfocados en la innovación o el crecimiento (p.ej., startups, economía digital), aquí el perfil del abogado de negocios tiene una ventaja inicial, toda vez que la inercia de los procesos litigiosos no suelen quedan bien alineadas con la celeridad que resulta idioniscrática de ciertos ambitos de la economía y la empresa y el profesional netamente centrado en los procesos adversariales (litigiosos o arbitrales) está contaminado por cierta inercia institucional de la administración de justicia que lo desincentiva.


Un tercer tipo de factores quedaría agrupado en torno al elemento del tiempo: factores temporales. En una etapa inicial de la empresa o de planificación estratégica, aunque tenga lugar luego de tener ya la empresa cierto recorrido en el mercado (p.ej., cuando se abordan procesos de fusiones o adquisiciones), el abogado de negocios puede prevenir costosos errores legales. Por contra, si la empresa atraviesa una etapa de crisis o enfrentándose a una controversia, especialmente si es la parte demandada, el abogado de litigios se convierte en el profesional más indispensable en atención a la prioridad reactiva de la decisión. Si la empresa es la que tiene que sondear las posibilidades de la demanda, entonces nos encontramos en un escenario estratégico donde los dos perfiles tienen que convivir en beneficio de la empresa.


Pero ¿Qué hacer? ¿Quién tiene prioridad,o a quién dársela?


Verdaderamente, la prioridad (preferencia o idoneidad, si se prefiere) es siempre relativa al contexto. Sin embargo, en términos generales, se puede aceptar que en un entorno reactivo o adversarial, el abogado de litigios es imprescindible. Mientras que en un entorno preventivo o estratégico, el abogado asesor en negocios tiene mayor peso. Asignar correctmente esta suerte de tantumdem reactivo vs preventivo no es fácil y forma parte de la cultura de la empresa cuyos negocios se ven afectdos por la oportunidad y necesidad de tener que escoger qué tipo de servicio profesional resulta idóneo a la ocasión.


Idealmente, este tipo de decisiones de las empresas y clientes hubieran de buscar un equilibrio entre los desafíos y sus riesgos: priorizar al asesor en negocios para minimizar riesgos, pero contar con un abogado de litigios de confianza como respaldo en situaciones críticas. Este enfoque dual permite abordar tanto la prevención como la solución de problemas, optimizando la seguridad jurídica y los resultados estratégicos. Surge así la inevitable tentación de buscar un perfil que resulte en la integración de ambos perfiles.


La pregunta es obligada: ¿Es aconsejable el perfil híbrido?


Sin duda que la evolución del mercado jurídico favorece cada vez más perfiles híbridos. Un abogado que combine habilidades de litigación con competencias en asesoría empresarial puede: (i) acompañar a los clientes en todas las fases del ciclo legal, desde la planificación hasta la resolución de disputas, y (ii) ofrecer una ventaja competitiva al integrar prevención y resolución en una misma estrategia. El mejor de los dos mundos, podría afirmarse. Pero en mi opinión, este tipo de solución acumulativa en un mismo profesional no termino de encontrarla preferible a la que resultaría de mantener la adecuada especialización e integrarla en una cadena de valor de talento mediante el expediente de la palanca de colaboración que representa la estructura de una empresa colaborativa (la forma que deba de ofrecer dicha empresa puede ser muy variada y no necesariamente ha de corresponderse a una estructura societaria, especialmente en las colaboraciones internacionales. Para mí es evidente que el profesional que pretende que lo puede todo por sí, entre otras cosas, se pierde buena parte de la imagen completa de cualquier contexto; y la falta de percepción completa del conjunto del escenario nunca puede redundar en beneficio del cliente.


Además, la implicación de cada tipo de profesional idóneo no es sencilla. Veámoslos con una secuenciación del comportamiento estandar de cada perfil: las idiosincrasias expresamente cultivadas en cada tipo de profesional ante un proyecto de negocio / contrato y qué reacciones cabe esperar que ocurran. El dilema que podría reflejar las singulares perspectivas y prioridades fundantes podría empezar alimentado por esta pregunta planteada a un profesional:


¿Cuándo recomendaría al cliente materializar un negocio en un contrato o, al contrario, eludir el compromiso?

1. Perspectiva del Abogado de Litigios

Se afirma que parten de una perspectiva basada en la protección y defensa. La respuesta ideopática del sector sostiene que el abogado de litigios adoptará un enfoque cauteloso, priorizando la protección del cliente ante posibles riesgos legales futuros. Su opinión inicial podría ser expresado así: "Materializa el negocio, pero minimiza el riesgo con un contrato sólido y detallado." Este abogado enfatizará la necesidad de prever posibles incumplimientos y disputas en el diseño contractual, estableciendo cláusulas claras de resolución de conflictos, penalidades, y garantías. Al tiempo, argumentará que un contrato bien estructurado es la mejor herramienta para protegerse ante la falta de lealtad de la contraparte.


Manteniendo esta línea, si el cliente no tiene confianza suficiente en la contraparte, entonces parece lo más oportuno sostener el "Eludir el compromiso hasta tener mayor certeza." Este abogado tenderá a disuadir al cliente de asumir riesgos innecesarios, destacando la dificultad de hacer cumplir un contrato si la contraparte no es leal o solvente. También podría sugerir investigaciones adicionales sobre la contraparte (due diligence) o proponer una fase preliminar antes de formalizar el contrato, como acuerdos marco o cartas de intención.


La motivación detrás de la postura es que el abogado de litigios, se afirma que por naturaleza, está acostumbrado a lidiar con disputas y contempla los peores escenarios posibles. Esto le lleva a priorizar medidas preventivas y un enfoque más conservador frente a riesgos contractuales. Si eso es relmente como lo sienten, igualmente habría quien quisiera confirmarlo en comentarios (o discutirlo, que de todo hay).


2. Perspectiva del Abogado de Negocios

Se considera que su perspectiva está orientada a la oportunidad y la estrategia. Desde este punto de vista, la respuesta típica del asesor se enfocaría conforme a una óptica estratégica y equilibrada, buscando maximizar las oportunidades sin comprometer la seguridad jurídica. Su consejo podría ser parecido al siguiente: "Materializa el negocio si los beneficios potenciales justifican los riesgos, pero incorpora mecanismos de mitigación en el contrato." Este profesional considerará el negocio como una oportunidad que no debe perderse, siempre que existan garantías suficientes para gestionar el riesgo. Al tiempo podría proponer cláusulas de salvaguarda más creativas (por ejemplo, pagos escalonados, condiciones suspensivas, o auditorías conjuntas) que no solo protejan, sino que también generen confianza entre las partes.


De nuevo, si el cliente no tiene confianza suficiente en la contraparte, entonces parece oportuno someterse a esta otra regla de comportamiento: "Acepta el riesgo si puedes gestionarlo, pero diversifica y mantén la flexibilidad." De esta forma, en lugar de eludir el compromiso por completo, el asesor podría recomendar explorar formas de avanzar de manera gradual, como acuerdos preliminares con opciones de salida, o colaboraciones limitadas en alcance y plazo. Su enfoque pasaría por equilibrar los riesgos con la posibilidad de construir una relación comercial fructífera.


El abogado de negocios ve los contratos no solo como herramientas de protección, sino también como vehículos para el crecimiento y la colaboración. Esta es la Motivación que hay detrás de la postura de este tipo de perfil. Tiende a adoptar un enfoque más optimista hacia los riesgos, siempre que sean calculados y manejables.


3. Factores comunes y diferenciales en las respuestas de cada perfil profesional.

Las coincidencias son las siguientes: (i) Ambos reconocerán la importancia de un contrato bien diseñado como herramienta fundamental para regular la relación y proteger intereses, y (ii) Ambos recomendarán realizar una evaluación de riesgos antes de tomar una decisión definitiva, aunque lo harán desde perspectivas distintas (protección vs estrategia).


Las diferencias clave son éstas:

((i) El Abogado de litigios: está más enfocado en evitar riesgos futuros y anticipar posibles disputas, y tiende a ser más conservador en sus recomendaciones, prefiriendo la prudencia de la abstención sobre la oportunidad.

(ii) El Abogado de negocios está más enfocado en maximizar oportunidades y coordinar los riesgos con los beneficios potenciales; también tiende a ser más proactivo y optimista, buscando formas creativas de avanzar en los logros pese a las incertidumbres. La identificación y cobertura de riesgos es una de sus prioridades.


Ahora bien, parece interesante y merece la pena observar que no es la percepción del profesional cuanto la del cliente la que determina la idoneidad última, lo cuál no sólo es muy conveniente, sino que deja el poder determinante de toda la relación en manos de quien realmente debe de ostentarlo: la demanda y nunca la oferta. Con eso llegamos a cierta conclusión de todo lo anterior.


4. Conclusión y síntesis:

Si el cliente valora más la seguridad y la protección jurídica, el abogado de litigios será más propenso a recomendar eludir el compromiso o imponer condiciones estrictas para materializar el negocio. Si el cliente está dispuesto a asumir riesgos en busca de beneficios estratégicos, el abogado de negocios tenderá a buscar formas de aceptar el riesgo con medidas de mitigación creativas y colaborativas.


Ambos papeles son antes complementarios que cumulativos, y una decisión óptima para el cliente podría requerir la combinación de ambos enfoques: la cautela del litigante para protegerse ante incumplimientos, y la visión estratégica del asesor para capitalizar oportunidades. Soy parcial: el actual perfil del Abogado de Negocios no se limita al de ser un muy sapiencial redactor de contratos: al convertirse en un actor activo en la promoción del acuerdo habida cuenta el haberse dotado de experiencia en los negocios que los que participa para poner en marcha, la comparación deja de ser una dicotomía entre un enfoque contencioso (litigios) y uno preventivo (concertación de negocios), para abrazar ahora un enfoque transaccional e híbrido.


Así, el moderno Abogado de Negocios tiene una visión más integral que combina aspectos legales, financieros y comerciales, lo que le permite abordar el dilema negocial con soluciones más pragmáticas. En comparación con el abogado de litigios, es más probable que uno centrado en los negocios sugiera aceptar el riesgo bajo condiciones específicas, estructurando un contrato que facilite la relación y proteja intereses sin comprometer la viabilidad del negocio mismo, siempre -claro está- que el negocio sea viable.


Con todo, conviene quedarse ahora sólo con dos ideas:

  • Que la decisión entre priorizar a uno u otro perfil profesional pende del momento y la necesidad del cliente, según se lee más arriba: por lo que (i) si el cliente busca protegerse en un entorno adversarial, el abogado de litigios sigue siendo crucial; y (ii) si el cliente necesita avanzar en un negocio con incertidumbres razonables, el abogado de negocios tiene una ventaja, ya que puede equilibrar los riesgos legales con las oportunidades comerciales.

  • Que en un entorno competitivo y globalizado, contar con ambos perfiles trabajando en sinergia es la mejor estrategia: el abogado de negocios para construir y planificar, y el abogado de litigios como respaldo en caso de conflicto. Unos papeles actualizados dentro de la lógica y demandas del mercado de las relaciones jurídicas que hacen progresar las sociedades.


 

En el siguiente post trata sobre qué podríamos considerar que es un 'técnico del derecho' cuando la perspectiva se nubla por el exceso de legislación y la administrativización de las instituciones y la práctica misma de impartir justicia.

 
 
Lawyers for the future.
Prelación y Prioridad Profesionales: Controversias vs Negocios
 


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